(Del lat. magnus, grande, y -cidio).
Muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o
poder.
Guardiola amigo de los ingleses
El Presidente Guardiola tenía buenas relaciones con Inglaterra. Por eso, este país, interesado también en la concesión ferrocarrilera, decidió devolverle al gobierno las Islas de la Bahía y el territorio de la Mosquitia el 28 de noviembre de 1859 cuando se firmo el “Tratado Wyke-Cruz”. Según dicho documento, el gobierno se obligaba a establecer la libertad de culto protestante en las referidas islas, lo que provocó la ira del vicario Miguel Del Cid, quien excomulgo a Guardiola el 26 de Diciembre de 1860 y este respondió expulsándolo del país. Tal hecho produjo lo que se conoce en la historia de Honduras como la “Guerra de los Padres”.
José Santos Guardiola como amigo de los ingleses combatió intransigentemente a William Walker. Su estrecha amistad con Rafael Carrera motivó una conjura desde El Salvador para asesinarlo.
Los referidos problemas y contradicciones entre El Salvador y Guatemala, de cuyo presidente se enorgullecía Guardiola ser muy amigo, llevaron a que al amanecer del 11 de enero de 1862 fuera víctima de matones infiltrados en su guardia personal.
El maestro Esteban Guardiola, sobrino del ex-presidente, escribió una biografía de él, titulada “Vida y Hechos del General Santos Guardiola”, en la que da detalles del magnicidio. Allí informa que el hecho se tramó en El Salvador, con la participación intelectual de los liberales Gerardo Barrios y Victoriano Castellanos. Estos lograron atraerse, mediante el pago de una fuerte cantidad, al mayor de Plaza del Cuartel principal de Comayagua, Pablo Agurcia. La noche anterior al asesinato mandó a cambiar la Guardia de Honor del Presidente Guardiola. Los asesinos fueron seleccionados de entre salvadoreños muy conocidos, entre ellos Cesáreo Aparicio, Lucio Mónico, Nicolás Romero, Juan Antonio Pantoja, Pedro Amador y Miguel Juanes. Varios de estos resultaron detenidos y ejecutados en el acto. Otros pasaron por un consejo de guerra y fueron fusilados el 10 de febrero de 1862. La acción, como queda dicho, se efectuó al amanecer del sábado 11 de enero de ese año.
La costurera de Palacio, Aniceta Lemus, le advirtió a la esposa del General Guardiola, doña Anita Arbizú, la actitud sospechosa de la nueva guardia,
llenándola de temor y malos presagios. Uno de los conjurados, Cesáreo Aparicio, tocó la puerta donde vivía Guardiola, y al abrir éste la puerta, contra la voluntad de su esposa doña Ana Arbizú, le disparó con su carabina en el abdomen.
Guardiola al sentirse herido, arrebató a Cesáreo Aparicio la bayoneta de la carabina, pero no pudiendo ya sostenerse de pie, cayó al suelo y principió a agonizar en brazos de su hija Guadalupe. Como Aparicio oía todavía algunas voces del moribundo, tomó un puñal para terminar su obra, pero la víctima le dijo: “Basta, ya no es necesario”. El General José Santos Guardiola murió a la edad de 46 años. Tres hechos importantes, entre otros, marcaron su vida y su gobierno:
1. El odio acérrimo contra Francisco Morazán y su amistad con el dictador guatemalteco Rafael Carrera
2. La expulsión de los filibusteros de Centroamérica y el fusilamiento de William Walker en la ciudad de Trujillo.
3. La devolución de los ingleses a Honduras de las Islas de la Bahía y el territorio de la Mosquitia mediante el tratado WYKE-CRUZ.
Guardiola esta sepultado en la Catedral de Tegucigalpa, a donde fueron conducidos sus restos, por solicitud de los familiares